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Cartas

Valentiyna

Ferrara, 23 de diciembre de 2004

Querido papá Noel:

Me llamo Valentiyna y soy una inmigrada clandestina que vive en Ferrara desde el año 2001. Aquí todavía no he visto la nieve. En mi ciudad hace un mes que ha empezado a caer y la gente resiste en la Plaza en Kiev, a pesar del frío, con tal de protestar por una vida mejor.
Son tantos los deseos que quisiera ver realizados: podría iniciar con la paz, primero para mi país, para que encuentre una estabilidad política que aúne a la población y traiga beneficio económico, luego en todo el mundo; puedo continuar pidiendo trabajo y yo, por suerte, por el momento estoy trabajando, pero pienso en todas mis conciudadanas que pasan el tiempo en los jardines o en nuestra asociación en espera de una llamada que se demora mucho en llegar.
En mi casa ya han hecho el árbol, este es el tercer año que mis hijos con mi marido lo decoran, pero sin mí. Me han contado cuántas y cuáles esferas se han roto… Qué lástima!! Eran parte de mi (bella) infancia.
Dentro de poco, mis hijos abrirán mi paquete (ndr: enviado con los microbuses ucranianos que regularmente realizan estos servicios). Quizás la sorpresa que se va a llevar mi hijo Arturo (15 años) cuando vea el celular, único modo para tenerlo siempre al alcance de la voz (cuando nuestras líneas no funcionan). Y qué cara pondrá Victoria viendo el ordenador, y mi marido con su reloj nuevo!! Los veo que festejan con nuestra cena típica a base de salame (tipo Milano), ensalada rusa, caviar, pepinillos en salmuera, el sciuba (ndr: una mezcla de verduras, mayonesa, pescado salado y remolacha roja), y luego chocolate en todas sus formas y una botella de Champaña de importación rusa. Su alegría en cambio de mi cansancio, de mi sufrimiento y de mi soledad!!
En la familia donde trabajo también festejan la noche de Navidad. Ellos también preparan un árbol. No reconozco las esferas que usan para decorarlo, no son parte de mi pasado. Tampoco reconozco la cena que hacen, aunque no niego que me gusta. Pero mientras los demás brindan yo estaré en la cocina lavando platos y ordenando la vajilla. Mi pensamiento irá siempre a mi casa, mi cuerpo estará físicamente presente, pero con el alma será partícipe de la alegría de mi familia, a su lado, en mi casa. Y, entonces, ¿qué tengo que pedirte? ¿Tal vez una condonación para regularizar mi presencia? ¿La posibilidad de hacer que mis hijos puedan venir por un mes de vacaciones a Italia? ¿O quizás que mis patrones me consideren una persona y no sólo una sierva y que quien pasa a mi lado me salude como lo haría con una italiana? Me doy cuenta de que son demasiadas las cosas que debería pedirte y también sé que para nosotros, personas de los países del Este, los deseos son satisfechos por da "Died Maros y Sniegurochka"(ndr: literalmente: "el abuelo de frío" y "la muchacha de nieve"), pero he pensado que como en Ucrania Navidad llega con quince días de atraso y conozco tu bondad, habrías tenido todo el tiempo para satisfacer primero los numerosos deseos de los italianos y luego dedicarte a realizar nuestros "sueños".
Con la esperanza y el deseo de una vida y de un mundo mejor, te abrazo con cariño.
Valentiyna

Kiev, 14 de febrero de 2005

Querida Valentiyna:

Hoy es tu onomástico, la fiesta de los enamorados y el día de tu cumpleaños. Estoy solo en la casa y acabo de poner leña en la estufa. Afuera hay un metro de nieve y sigue nevando. El frío penetra en los huesos y yo trato de obtener un poco de calor del fogón, pero no logro sacarme de encima otro frío, ese que me acompaña desde cuando te fuiste.
El vacío de mi cama, el silencio de nuestra casa, me congelan por dentro. Confieso que a veces busco compañía y calor en mi botella de vodka, pero es sólo una sensación momentánea y, después de algunas horas de aturdimiento, me levanto todavía más congelado que antes. Nuestra hija Lyuba esta noche no volvió a casa, durmió afuera. Ayer peleamos porque se tiñó el pelo de color azul y viola y supe que no había ido a la escuela por una semana, y también porque el dinero nunca le basta. Se fue, dando un portazo y gritando que con sus quince años podía hacer todo lo que le daba la gana. Me llamó "borrachín" y yo no tuve la fuerza para detenerla. Sólo tú eres capaz de hacerlo y ella, como bien sabes, es testaruda como tú y ya no me hace caso. En cambio nuestro hijo Vladimir es completamente distinto. Estudia, pero habla poco. Es más maduro que sus 11 años, pero se le lee en los ojos la tristeza de su lejanía y, a lo mejor, sufre al verme en este estado. A veces se me escapa una bofetada, pero luego me arrepiento porque sé que no se lo merece y que he descargado sobre él todo mi sufrimiento y mi impotencia. Ahora está en casa de tu mamá, ella dice que soy un mal ejemplo y que nuestro hijo un día será alguien importante. Sí, obtiene excelentes resultados en la escuela y sacará provecho, con el estudio, del dinero que nos mandas.
La casa está casi completamente pagada con tus sacrificios, todavía quedan algunos años de deuda y luego, espero, de nuevo juntos. A menudo miro nuestras fotos y vuelvo a vivir la alegría de nuestros primeros años de vida juntos. La foto del día en que nos titulamos, el matrimonio, nuestro viaje a Leningrado, ¿te acuerdas del mar en Crimea? ¿Y el viaje en tren hasta Moscú? El nacimiento de nuestros hijos. Momentos felices, hoy sólo fotos, y te veo de nuevo joven y hermosa con el cabello color de plata y una piel que parece mayólica, y esa corta minifalda. Cierro los ojos y sueño con tu cuerpo, pero es una imagen cada vez más débil. Me esfuerzo por sentir tu perfume, el calor de tu piel, pero más pasa el tiempo más se desvanece todo. Y otro pensamiento se apodera de mí: ¿cómo te las arreglarás para vivir sin un hombre cerca? ¿Con quien sales? ¿Quién te toma la mano? ¿Quién te abraza? Me doy cuenta que los celos me matan y sólo ahora comprendo qué error fue dejarte partir. El máximo de mi fracaso como hombre y como marido. ¿Sabes?, la alegría de tus regalos de Navidad ya desapareció, queda solamente el frío de la soledad y una profunda tristeza en mi corazón. Pero me doy cuenta que te estoy entristeciendo en este día de fiesta de los enamorados y, en cambio, quisiera estar junto a ti y comunicarte todo mi amor en este día para ti de triple fiesta: tu cumpleaños, tu onomástico y el día de los enamorados. Espero que por lo menos tus amigas te festejen y te lleven un momento de alegría en este frío 14 de febrero. Te mando un beso y te digo que estoy junto a ti. Desgraciadamente sólo con el pensamiento. Pero hace frío, quizás mi botella de vodka me ayudará, por lo menos así lo espero, y me servirá para olvidar.
Con tanto amor, tu marido Igor.

Traducido por Ana María Bustamante


Valentiyna es un nombre inventado. La señora, nacida en Ucrania, vive en un centro cultural interétnico frecuentado, sobre todo, por personas procedentes de los países del Este de Europa que como trabajo se encargan de cuidar a ancianos. Para la Navidad se preparó un árbol cuyos adornos estaban formados por tantas tarjetas de colores donde las asociadas manifestaban uno o varios deseos. El árbol fue de inmediato llamado "El árbol de los deseos" y, entre las numerosas tarjetas de colores, había una verdadera carta en cirílico destinada a Papá Noel. Con la ayuda de la autora se tradujo en italiano. Las dos cartas, en pocas líneas, representan muchos de los problemas y de los dramas que viven estas trabajadoras y sus familiares en el extranjero.

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Anno 2, Numero 10
December 2005

 

 

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